
Cinco días han pasado desde que un huaico azotó Trujillo, dejando a su paso no solo lodo y destrucción, sino una amenaza invisible que se infiltra en cada respiro de sus habitantes: el polvo. En sectores como Mampuesto, donde las aguas de la Quebrada San Ildefonso arrasaron con calles y viviendas, hoy solo queda una densa capa de tierra suspendida en el aire.

Niños y ancianos, los más vulnerables, caminan entre nubes de partículas que penetran sus pulmones, exponiéndolos a enfermedades respiratorias. Mientras tanto, las autoridades locales y regionales, representadas por el alcalde provincial Mario Reyna y el gobernador de La Libertad, César Acuña, se han limitado a promesas de limpieza que no se han concretado, evidenciando una vez más la inoperancia que caracteriza su gestión ante emergencias de salud pública.
Ineficiencia que enferma
El panorama es desolador. Cada ráfaga de viento y deslizamiento de cualquier vehículo levanta el polvo que la ciudad traga sin remedio. En los mercados, en las casas y en los parques, la gente tose y se cubre el rostro con mascarillas y se cubre los ojos con lentes. Sin embargo, la situación no es nueva. Trujillo ha sido testigo, en más de una ocasión, de la misma historia: huaicos que transforman las calles en lodazales y, al secarse, las convierten en un desierto urbano contaminado.
Las administraciones pasadas y presentes han demostrado una alarmante incapacidad para atender este problema recurrente, permitiendo que la población continúe respirando polvo tóxico año tras año, sin soluciones reales a la vista.
Mampuesto, entre el desastre y el olvido
Más que una cuestión de limpieza, esta es una crisis sanitaria que requiere intervención inmediata. El abandono histórico de sectores como Mampuesto, donde aún persisten los estragos de huaicos de décadas pasadas, refleja el desprecio por la vida y el bienestar de quienes habitan estas zonas.
La ciudadanía exige respuestas concretas y urgentes: maquinaria en las calles, equipos de limpieza operando sin descanso y planes de contingencia para mitigar futuros desastres. Mientras tanto, Trujillo se mantiene sumido en la polvareda de la ineficacia gubernamental. Es hora de que las autoridades actúen con la urgencia que la situación amerita antes de que esta crisis cobre un costo aún más alto en la salud de su gente.