Muere Mario Vargas Llosa a los 89 años en Lima, Nobel de Literatura era figura clave de Hispanoamérica

El novelista y Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa ha fallecido este domingo en Lima a los 89 años. La noticia fue confirmada por sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana, quienes destacaron que su padre tuvo “una vida larga, múltiple y fructífera”. Con su muerte, el mundo pierde a uno de los más grandes narradores del siglo XX y XXI, un intelectual de talla universal.
Nacido en Arequipa el 28 de marzo de 1936, Vargas Llosa fue autor de novelas fundamentales como Conversación en La Catedral, La ciudad y los perros o La fiesta del Chivo. Su obra se caracterizó por una mirada aguda sobre el poder y sus perversiones, y por un estilo narrativo que combinó rigor técnico, profundidad psicológica y compromiso ético. Su literatura fue, siempre, un acto de resistencia.
En 2010, la Academia Sueca reconoció su trayectoria otorgándole el Premio Nobel “por su cartografía de las estructuras del poder y sus afiladas imágenes de la resistencia”. Vargas Llosa lo recibió con la humildad de quien había librado mil batallas literarias, políticas y personales. A sus 74 años, el galardón llegó cuando parecía haber sido olvidado por razones ideológicas, pero su genio no podía ser ignorado.
Un revolucionario de la narrativa
El escritor peruano fue protagonista del «boom» latinoamericano, movimiento que revolucionó la narrativa en español. Instalado en Barcelona durante los años setenta, compartió espacio y amistad con García Márquez, hasta que una pelea dejó una cicatriz imborrable. Su vínculo con Carmen Balcells y su obsesión por Flaubert fueron claves para hacer de su literatura una herramienta de precisión, de crítica, de libertad.
Polémico e inclasificable, Vargas Llosa fue tan amado por sus novelas como cuestionado por sus ideas políticas. Abrazó el liberalismo económico y el conservadurismo político, lo que lo distanció de antiguos aliados. Sin embargo, nunca dejó de intervenir en los grandes debates de su tiempo, ya fuera a través de columnas, ensayos o discursos que desbordaban pasión y pensamiento lúcido.
En su última novela, Le dedico mi silencio, Vargas Llosa se despidió de la ficción. Lo hizo con la misma elegancia con la que vivió, sabiendo que su obra lo sobreviviría. En su Nobel recordó que la lectura inocula rebeldía en el alma humana. Hoy, al despedirlo, queda esa certeza: Mario Vargas Llosa no ha muerto, ha pasado a la eternidad de las palabras.