Javier Bello Camposano, el guardián del cerro Gorila del Canipaco, estudia mientras pastea su ganado

­“De niño me decían en mi pueblo, Chongos Alto, el tapuricush, o ‘el preguntón’”.

Desde los diez años, Javier Bello Camposano conoce metro a metro el cerro Gorila y el centro ceremonial religioso Chuy Huala, ubicados en la comunidad de Palaco, en Chongos Alto, en el valle del Canipaco. Ahora, a sus 37 años es todo un activista cultural, reconocido así por el arqueólogo Manuel Perales.

Javier protege el cerro Gorila hace 27 años. Nació en Palaco. Estudió en la escuela de su pueblo y en el colegio Pachacútec de la zona y se hizo técnico en producción agropecuaria, en el Instituto Superior de Chacapampa. Los últimos años del colegio las pasó en las aulas del Santa Isabel. “Pero mi pasión desde pequeño fue investigar el pasado de mi pueblo. Por eso en el colegio me decían profesor de historia”, cuenta con orgullo.

No estudió una profesión relacionada a su pasión y ahora, junto a sus padres, atiende a sus animales y eso le permite estar cerca a las evidencias arqueológicas de sus antepasados en el Canipaco, con quienes, dice, tiene una conexión especial que le lleva a estudiar, investigar, observar. Es un autodidacta nato.

“En mi niñez no había televisión. Mis abuelos se reunían cada martes y viernes en un limanacuy, donde masticando coca conversaban diferentes temas, buscando soluciones. Yo participaba. Aunque no querían igual hablaba con ellos. Con la tradición oral de mis abuelitos aprendí de la cosmovisión andina”, dice Javier.

De adolescente leyó Lecturas huancas y Los comentarios reales de Garcilaso de la Vega, que estimularon su ilimitada curiosidad histórica. Posteriormente leyó a Guamán Poma de Ayala. Y no cesa de autoeducarse. “Mientras pasteo mis animales voy leyendo e invesigando”, señala.

“Por casualidad conocí el cerro Gorila», confiesa. «Fui a cuidar a una persona anciana cerca al lugar y me contó de las cuevas con esqueletos y calaveras muy antiguas, pinturas imborrables en las piedras y me advirtió no acercarme porque me podría dar ‘chacho’, me podría ‘huayhuar’ o darme el ‘cuyacur’. Pero un día, luego de un sueño, decidí explorar el lugar como todo niño inquieto”.

Desde entonces se dedica a proteger al cerro Gorila y ha gestionado la visita de arqueólogos como Manuel Perales, Joel Palacios, Adolfo Aranibar, autoridades de cultura y diferentes especialistas, buscando que desarrollen investigaciones serias en el centro sagrado de Chuy Huala, el cerro Gorila y otros tres lugares con valiosas evidencias arqueológicas en el Canipaco.

“Estoy casado con la historia”, dice Javier, con mucho entusiasmo. Luego se pone triste y preocupado cuando cae en la cuenta de que no hay avances en la investigación en el cerro Gorila, por falta de presupuesto.

El simio del Canipaco tiene un parecido a Optimus Primal de “Transformers 7: el despertar de las bestias

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